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domingo, 25 de junio de 2017

Les feuilles mortes

¡Buenas noches, queridos/as lectores/as! Tras varios años desaparecida de la escena bloggera y literaria, he decidido volver con un nuevo blog, ya que tengo nuevas ideas y estoy trabajando en algunos proyectos que me encantaría compartir con vosotros/as. Creo que en estos años he evolucionado mucho, tanto en el aspecto personal como en el creativo, y espero que aquéllos que me conocías como "Athenea Escritora" en mis tiempos de "Athenea's Corner" y "Fight for Rock" sepáis ver dicha evolución en mis nuevos textos. También me gustaría señalar que en los últimos meses he pasado por una serie de situaciones personales bastante estresantes y desagradables, por lo que es probable que mis algunos de mis textos reflejen esa oscuridad. Como muchos/as sabéis, siempre he utilizado la escritura como una especie de terapia gráfica, por lo que mi regreso en este preciso momento es lejos de ser casual.

En lo tocante a esta nueva etapa bloggera, me comprometo a subir al menos dos relatos cortos al mes. De hecho, tengo ya algo de material preparado para compartir con vosotros/as. Sin más dilación, os dejo con el primer texto que he preparado para este nuevo blog. Espero que lo disfrutéis.

Este relato fue escrito hace algunos años, pero no había visto la luz hasta ahora. Tras algunas modificaciones de estilo, éste es el resultado:


Paris, octubre de 2010
            
Río Sena (París). Foto tomada por mí (2013).
Nos conocimos en una fiesta. Las alegres tonalidades veraniegas habían dejado paso a tonos más grisáceos y anaranjados, salpicados aquí y allá por marrones decadentes y verdes difuminados. Las calles se iban cubriendo poco a poco con el oscuro manto de hojas caídas, mientras el frío Sena enamoraba a los turistas con su melancólico y sombrío semblante. Sentí el efecto vigorizante de la ciudad entremezclarse en mis venas con la incertidumbre sobre el futuro. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que viniera a buscarme? ¿Cuántos lugares más tendría que recorrer para ocultarme de él, en vano? Porque él siempre me encontraba, sin importar dónde ni con quién me hallase. Una no podía escapar del miedo más voraz, ni aunque viviera doscientos años. Tarde o temprano tendría que enfrentarme a él de nuevo, y sólo restaba la esperanza de que esta vez yo fuera más fuerte.
            
Me aferré con fuerza al brazo de mi acompañante e inspiré profundamente antes de encaminarnos hacia la entrada de la sala principal. Jacques y yo quedamos parcialmente cegados por la vibrante luz de las llamas procedentes de los candelabros repartidos por toda la estancia, y que casi conseguían que la noche fuera más brillante que el día. Me agarré con más fuerza a mi amigo, los nervios abriéndose paso desde la boca de mi estómago y extendiéndose vertiginosamente a cada célula de mi cuerpo. Jacques me dedicó una sonrisa cálida, llena de seguridad, que me infundió ánimos, si bien no consiguió disipar plenamente la inseguridad que me invadía. Me atreví, no obstante, a pasear la vista con curiosidad a lo largo de la estancia, quizá esperando encontrar a algún conocido que me hiciese la noche más llevadera. Fue entonces cuando reparé en el revuelo que se había formado en el centro de la sala. Había un grupo de personas formando un círculo alrededor de un hombre de aspecto mortífero y muy poco afable.
            
Jacques, est-ce que tu connais cet homme-là? [1]
            
Mi acompañante siguió la dirección de mi mirada y negó con la cabeza.
            
Non, ma petite. Je ne le connais pas [2].
            
Un grupo de muchachas a nuestra derecha alzó la vista hacia nosotros en un claro gesto de desaprobación. Una de ellas, la que parecía más joven, le susurró algo al oído a su compañera de la izquierda. Ésta asintió y ambas se separaron del grupo, esbozando una sonrisilla de suficiencia, al tiempo que se dirigían hacia nosotros. “Se trata de Jacques”, aventuré. “Lo han reconocido”. A pesar de su feliz matrimonio con la italiana,  la infidelidad era algo habitual para el actor que, si bien hacía ya algunos años que había sobrepasado la línea de los cuarenta, seguía conservando todavía el encanto y atractivo de su juventud. Jacques, como el buen vino, mejoraba con los años.
           
Jacques, pourquoi est-ce que tu m’as emmenée ici ? [3]
            
El francés me dedicó una sonrisa triste y compasiva. Sus ojos se posaron en mi brazo, que ahora se aferraba tembloroso al suyo, y una solitaria lágrima se deslizó por su mejilla. Un carraspeo a nuestra espalda rompió el contacto visual. Jacques apretó entonces mi muñeca con tal fuerza que temí que fuera a partírmela en dos. Aquélla era una muestra inequívoca de que la forma que las damas habían tenido de abordarlo no había sido en absoluto de su agrado. Como buen francés, Jacques detestaba profundamente la falta de educación.
            
—Buenas noches, Jacques —saludó la más alta en un inglés rudimentario, alzando la barbilla de forma altanera—. Mi amiga y yo somos…
            
—Señor Neveu, si no le importa —la interrumpió mi amigo de forma inmediata, rezumando acritud por cada poro de su piel—. Que yo recuerde, no le he dado permiso a usted para que se dirija a mí de otra forma.
            
La muchacha se quedó paralizada como una estatua de hielo, los labios entreabiertos formando unas palabras que habían quedado atascadas en su garganta. Sus mejillas encendidas cual antorchas parecían confundirse con el rojo escarlata de su vestido, tal era la vergüenza que la embargaba. Jacques inclinó la cabeza hacia ella para dirigirle una última mueca desdeñosa antes de continuar nuestro camino hacia la otra punta de la sala.
            
Camareros ataviados con trajes de época salpicaban la estancia, ofreciendo a todo aquel con quien se tropezaban un canapé o una burbujeante copa de champagne francés. Mientras caminábamos pude estudiar con más detenimiento a aquél que suscitaba tal alboroto. Era un muchacho más bien alto y desgarbado, quizá algo más bajo que Jacques, aunque no por ello con una porte menos elegante. Sus rasgos faciales parecían claramente nórdicos, al igual que la larga mata de cabello cobrizo, que parecía desdibujarse en intrincados rizos que le caían en cascada hasta la altura de los hombros. Él también iba disfrazado, siguiendo la temática de la fiesta, con vestiduras barrocas de suaves tonalidades avellanadas, quizá algo recargadas, aunque de un gusto exquisito. El alcohol había tejido sobre sus pálidos ojos verdosos una neblina enajenante que lo hacía parecer más un espíritu de otro mundo que un hombre de carne y hueso. Unos ojos… esos ojos… Parpadeé varias veces, intentando enfocar la vista a pesar de la luz parpadeante de las velas. Fue entonces cuando reparé en que mi objeto de estudio se había dado cuenta de mi escrutinio. Aquel hombre tan peculiar me dedicó una sonrisa cómplice, al tiempo que alzaba su mano en mi dirección en un gesto de invitación.
            
Aparté la mirada de forma inmediata para después enterrar el rostro en brazo de Jacques. Hacía tiempo que no pasaba tanta vergüenza. Sólo esperaba que nadie se hubiese dado cuenta de mi indiscreción, especialmente Jacques, que no veía con buenos ojos aquella clase de comportamiento tan pueril.
            
—Jacques, ¿podemos irnos ya a casa? —insistí, aun a riesgo de parecer una niña malcriada. Mi acompañante se quedó mirándome con cara de pocos amigos. Le había hecho una promesa antes de salir de Madrid, y había tardado menos de seis horas en romperla. Estaba a punto de soltarme uno de sus sermones sobre lo intolerable de mi conducta, cuando un hombre al otro lado de la sala le hizo un gesto con la mano. Jacques pareció abatido.
            
—Es James Martin, el productor neoyorquino del que te hablé. Al parecer, está interesado en hacer la película, pero sólo si traducimos el guion al inglés —pronunció la última palabra con tal desdén que casi temí que algún angloparlante lo escuchara y se sintiera ofendido —. Con lo cual, por cierto, no estoy para nada de acuerdo.
            
Habíamos hablado de aquello cientos de veces. Si hacíamos la película en inglés tendríamos la posibilidad de llegar a un público más amplio y con ello duplicar los beneficios, pero Jacques temía que los productores hollywoodienses fueran a darle a la película un toque demasiado edulcorado y comercial.
            
—Iré a ver qué quiere.
            
Estaba a punto de replicar que iría con él para negociar las condiciones del contrato, pero se marchó antes de que pudiera pronunciar palabra. Jacques era un zorro viejo, le gustaba que las cosas se hicieran a su manera, y no estaba dispuesto a permitir que yo interfiriera en sus planes. La película se rodaría en francés, o no se rodaría. Solté un suspiro exasperado, apretando las manos en un puño. Eso me pasaba por hacer negocios con un francés engreído y egocéntrico que no mostraba ningún respeto por mi trabajo. Claro que ese francés engreído también era mi mejor amigo, el único que me quedaba. Y no sólo eso. Jacques era la persona que me había sacado de aquel agujero y me había devuelto a la civilización…
            
Excuse me, my lady, but your face sounds familiar. Have we met before? [4]
            
Me di la vuelta despacio en dirección a mi interlocutor, intentando captar la procedencia de su acento. Era el muchacho de antes, más borracho de lo que debiera, con una botella de vino tinto en su mano derecha.
            
I don’t think so, sir [5].
            
Quizá fui demasiado cortante y no me dirigí a él con el debido respeto, pero había algo en el conjunto de su persona que no me transmitía buenas vibraciones. Decidí ignorarle y buscar en la mesa de refrigerios un poco de zumo, pues no había ingerido alimento alguno desde que bajáramos del avión, y estaba empezando a invadirme la familiar sensación de desmayo de la que el médico me había prevenido.
            
Are you an American actress? Your accent is clearly British, but you look like a Mexican… [6]
           
Me di la vuelta y ahí estaba de nuevo aquel muchacho importunándome con sus tonterías. Lo fulminé con la mirada sin dignarme a contestarle, pues lo último que necesitaba en aquellos momentos era que ese excéntrico personaje me reconociera y corriera la voz entre los asistentes. Mi objetivo principal en aquel antro de perdición seguía siendo pasar desapercibida y volver a casa con vida al final de la noche.
            
My lady —insistió el borrachín, tratando de captar mi atención poniendo una mano sobre mi hombro—, you look a bit tired. Would you like me to take you home? [7]
            
Estuve a punto de responderle una grosería, pero me contuve. Me serví un vaso de zumo de melocotón y me alejé de ese indeseable todo lo rápido que mis tacones de aguja me permitieron. Busqué a Jacques con la mirada. Ya no se encontraba con el productor. El móvil me vibró dentro del diminuto bolsito de mano plateado que Mónica me había obligado a comprar. Era un mensaje de Jacques. Había conocido a una rubia espectacular y pensaba pasar el resto de la noche con ella. Tendría que regresar sola al hotel. Solté un juramento entre dientes antes de guardar el móvil de nuevo en el bolso. Ese francés del demonio me la había vuelto a jugar.
            
Excuse me, my lady, but I think you should probably sit down and relax because you look rather pale. Can I get you something to eat?[8]
            
Aquel muchacho había sobrepasado ya los límites de mi paciencia. Dejé el vaso de zumo sobre la mesa y me giré para enfrentarme a él cara a cara, pero el movimiento fue tan brusco y repentino que me cortó el aire. Me tropecé y caí de bruces sobre aquel desgraciado, que me asió con fuerza de las muñecas, evitando así un impacto contra el frío suelo.
            
And I thought I had too much to drink! —exclamó, antes de soltar una carcajada un tanto grosera— My lady, I think you should go home and sleep it off [9].
            
En condiciones normales aquella sugerencia me habría ofendido en grado sumo, y más viniendo de un personaje como aquél, pero en aquellos momentos no tenía fuerzas ni para mirarle con indignación. Me agarré a su camisa con todas mis fuerzas, ignorando deliberadamente el grupo de gente que había empezado a congregarse a nuestro alrededor. Estaba a punto de desmayarme, y antes de que eso ocurriera tenía que darle el número de Jacques para que pudiera venir a buscarme y llevarme al hotel enseguida.
            
Sir… —le susurré al oído, la voz entrecortada por la irremediable pérdida de consciencia —I need… help… You have to call my… my… [10]
           
Luego todo se volvió negro.




[1] — Jacques, ¿conoces a ese hombre de allí?
[2] — No, pequeña. No lo conozco.
[3] — Jacques, ¿por qué me has traído aquí?
[4] — Disculpe, mi señora, pero su rostro me resulta familiar. ¿Nos hemos visto antes?
[5] — No lo creo, señor.
[6] — ¿Es usted una actriz americana? Su acento es claramente británico, pero parece mexicana…
[7] — Mi señora, parece un poco cansada. ¿Le gustaría que la llevara a casa?
[8] — Disculpe, mi señora, pero creo que probablemente debería sentarse y relajarse porque parece usted algo pálida. ¿Puedo traerle algo de beber?
[9] — ¡Y yo que pensaba que había bebido demasiado! Mi señora, creo que debería usted irse a casa a dormir la mona.
[10] — Señor… Necesito… Ayuda… Tiene usted que llamar a mi… A mi…

2 comentarios:

  1. ¡Bienvenida de nuevo a la blogosfera!
    Veo un cambio tremendo desde tus anteriores escritos, este relato se ve más maduro y la inclusión de diálogo en francés e inglés me ha parecido original. ¿Vas a subir relatos con continuación, independientes... algo de Fight for rock en el futuro?

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  2. ¡Hola, Adol! Me encanta estar de vuelta con nuevos proyectos y poder leeros a todos de nuevo también. Lo echaba mucho de menos. Tengo pensado subir algún relato suelto de Fight for Rock, y algunos de los relatos que voy subiendo aquí tendrán continuación. También subiré reseñas y entrevistas (poco a poco). ¡Muchas gracias por leer y comentar!

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